miércoles, 31 de diciembre de 2008

Los Ricos

Salgo del laboratorio de biología y veo que Julia me mira. Julia es rica, muy rica. Demasiado. Y lo peor de todo es que lo lleva con una naturalidad impresionante, equivalente a cero; un cero muy redondo. Se acerca a mí.
Hipocresía por doquier. Odio la hipocresía. Bueno, lo que realmente odio es a la gente hipócrita, y aquí, en frente de mí, está una de estas personas.
-Hola Bruno, ¿estás bien? -me pregunta mientras con su mano, fina como la de un pianista, airea su cabello.
-No me quejo...
-He oído que te vas a ir. Lo siento. No podré verte más, ni tú tampoco me verás a mí. Me sabe mal, pero así es la vida.
No me hables tú de que esto es la vida, porque tu vida se ciñe a que papá te compre un collar o un brazalete de oro o de plata o alguna otra cosa valiosa. Y si no te lo compra, ¿montas una rabieta?No me hables de que así es la vida...
-Lo siento, tengo que irme -la corto yo.
¿Quién te has creído que eres?¿Mi Diosa?Pues vas bastante desencaminada. Además, si lo que quieres es despedirte de alguien, no te acerques con aires de superioridad, que me pones de los nervios. ¿Pretendes que te mire?Oh, descuida, ya lo hago, miro y me pregunto si algún día recibirás tu merecido por ser así.
Odio los ricos que se comportan como ricos.

lunes, 29 de diciembre de 2008

La Identidad

Humedad. Sus manos palparon el radio de suelo en que se podían mover. Sólo piedrecitas; y humedad.
Abrió los ojos. Recordaba las cuatro paredes de su habitación, la ventana en una de ellas y la luna que podía ver a través, su osito de peluche, la confortabilidad y mullidez de su cama, el susurro lejano de dos médicos en el televisor que entraba en su reino por debajo de la puerta... Pero todo era diferente, no recordaba ese lugar. Se encontraba en una cueva. ¿Cómo había llegado hasta allí?
¿Y qué era aquello que estaba a su lado?Parecía una pelota, mas no lo era: tenía orejas. Estaba roncando, cosa que significaba que estaba vivo. Era adorable.
Ella lo observí unos segundos, hasta que éste entreabrió un ojo. Le regaló un bostezo. La chica mantenía en él su mirada, fundiéndose en su interior. Tenía ganas de coger a ese osito -si es que realmente lo era, pues era muy redondito- y apretarlo contra su pecho.
-Buenas, humana -empezó con una vocecilla de acuerdo con su imagen: graciosa.
-Tengo un nombre, no me llames "humana"...¿Cómo es que sabes hablar?¿Qué eres?
-La respuesta a tus preguntas está en tu imaginación -ella no comprendía esas palabras-.Dime tu nombre, si eres capaz de ello.
Ella movía los labios, mas no emitía sonido alguno. Pensó que había quedado muda tras conocer aquel animal, pero comprobó que no era así.
-¿Por qué no puedo pronunciar mi nombre?
-Porque no sabes quien eres. Cuando sepas quien eres, sabrás tu nombre; porque hay personas sin nombre, pero no nombres sin persona.
-¿Y quién soy?
-Es tu trabajo descubrirlo.
Ella provó suerte intentando articular los sonidos de su nombre. No. Nada. Entonces aprendió que no era una pregunta fácil.