sábado, 24 de enero de 2009

Austin Berger

Ambos habían crecido juntos, como dos hermanos. Muchos días el Doctor se mostraba entristecido, pues opinaba que su hijo debía recibir una mejor educación. Se lo podía permitir. Cuando el niño hubo alcanzado la edad de siete años lo matriculó en un colegio inglés, en Londres. Envió al chico a continuar con sus estudios.
Regresaba al pueblo tres meses en verano y uno en invierno. Cada vez que lo hacía portaba un presente para su amiga Suri. Le enseñó las cosas más bellas de la humanidad. Le brindó la oportunidad de adentrarse en un mundo todavía desconocido para ella: el mundo del arte, donde todo tipo de obra es bienvenida.
Le traía libros para leer, cuadernos para escribir junto al material necesario, cuando iba a algún museo le compraba una guía de todas las obras para que también ella las pudiera observar, le enseñaba películas en un pequeño aparato electrónico, etc. De esta forma, la niña logró reunir una amplia colección de literatura, tanto impresa en libros como de su propio puño y letra; un gran escaparate de cuadros y esculturas, y el haber en su mente grabado todas las películas que había visto.
Pasados unos años, cerca ya de la actualidad, el muchacho le regaló un aparato para escuchar música. Le trajo unos discos de jazz, diciéndole que era la mejor música jamás compuesta, y ella le creyó. Le trajo también canciones de piano. Decidió que sus canciones favoritas era de Michael Nyman en la suite The Piano. Las tarareaba día y noche, y él se sentía bien por hacer feliz a esa chica.
Austin fue quien le enseñó todo lo que ahora amaba. Le había explicado también cómo era su vida en Inglaterra, haciendo que ella también quisiera ir.
Austin lo era todo para ella, su amor; y era posible que ahora pereciera.

1 comentario:

  1. *.* me encantaa!! ^^
    en serio, te esta quedando genial la historiiiiiiaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!! ^^

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